jueves, 28 de mayo de 2009

PRIMERA TRAVESÍA NACIONAL DEL PENNY ICECAP







El pasado 2 de Mayo a las 16:00 hora local, el canario José Manuel Naranjo, director de Mundo Ártico y la alemana afincada en España, Ingrid Ortlieb finalizaron la primera travesía nacional del Penny Icecap (casquete polar) situado en la isla de Baffin en el norte de Canadá.

 Durante los 25 días de travesía con esquís en total autonomía y sin depósitos previos, los expedicionarios recorrieron 200 kilómetros de hielo, nieve y roca. Los dos expedicionarios tuvieron que ascender más de 2.000 metros de desnivel con pendientes por encima del 10% y todo ello con trineos cargados con 120 kilos de equipo, combustible y comida.

En la travesía Ingrid y José Manuel atravesaron más de 40 kilómetros de agrietados e inexplorados glaciares, soportaron temperaturas por debajo de los 30 C bajo cero, descendieron una abrupta morrena, vadearon un río descongelado e incluso avanzaron en medio de un extraño fenómeno en las zonas polares: ¡una tormenta de arena!

 El Penny icecap es un casquete polar situado en el Círculo Polar Ártico que ocupa una extensión de 6.000 kilómetros cuadrados, aproximadamente la misma superficie que toda la provincia de Tarragona. Un gran territorio donde durante casi un mes los únicos seres humanos que se encontraban allí eran nuestros dos expedicionarios.


 A modo de resumen, decir que la expedición abrió una nueva ruta de Oeste a Este y ascendió todas las cotas más altas de esta gran masa de hielo. También es muy probable que esta travesía sea la más larga de las acometidas a nivel mundial. Por su complejidad logística, dificultad técnica y aislamiento son contadas con los dedos de una mano las expediciones que se han atrevido a atravesar este casquete polar donde un SAR (Búsqueda y Rescate) es muy complicado puesto que los equipos de emergencia están situados a un par de miles de kilómetros más al sur.

Tratando de seguir el espíritu de los antiguos exploradores, Ingrid y José Manuel no dispusieron de imágenes de satélite del casquete polar que les pudiera dar una indicación exacta de las condiciones del terreno y de las grietas, no tuvieron información detallada de expediciones previas y no recibieron ningún parte meteorológico de la zona. Ni siquiera los Inuit que les acercaron al punto de partida conocían dicho lugar...

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miércoles, 27 de mayo de 2009

La llamada de Dubrovnik

Terrazas y música. Palacios en calles de piedra. Cada tarde, cuando los cruceros del día zarpan, Dubrovnik muestra su cara más íntima. Más al norte, enclaves como Trogir, Zadar o Istria ejercen su propio poder de atracción. 

Publicado por EL PAIS http://elviajero.elpais.com/

Fue durante mucho tiempo lugar de referencia de miembros del Gotha y de la aristocracia del dinero. Los Agnelli, los Astor, Truman Capote, Aristóteles Onassis, Winston Churchill o Stavros Livanos eran habituales de este paraíso de la costa dálmata. Otros turistas anónimos acuden desde hace años a la llamada de Dubrovnik, sabiendo que allí van a encontrar el azul imposible del mar Adriático -que nadie intente buscar un color parecido en ningún otro lugar del mundo-, la historia en carne viva de una ciudad que esconde prodigios arquitectónicos, la mejor gastronomía croata y unas gentes amables y hospitalarias, además de una correcta infraestructura de hoteles y restaurantes.

 No se puede imaginar un destino mejor para las vacaciones. Dubrovnik lo tiene todo, y su luna de miel con el turismo de calidad sólo se truncó tras los bombardeos del Ejército serbio en 1991. Con el apoyo del Gobierno croata, la ciudad tuvo que hacer un esfuerzo para recuperar el espíritu de lugar idílico. Tras meses de cuidadosos trabajos de rehabilitación, la ciudad se encuentra admirablemente conservada.

Dubrovnik sigue siendo el destino preferido de la jetexquisita. Que nadie se extrañe si se cruza en el mercado con Andrea Casiraghi o con Jack Nicholson, si sorprende a Carolina de Mónaco escuchando música en una terraza o si el hombre que acaba de estrecharle la mano durante una ceremonia religiosa en la iglesia de los Franciscanos es Jeremy Irons. La ciudad lleva siglos seduciendo a aquellos que huyen de los reductos turísticos de moda. Y es que, a pesar del sinnúmero de famosos que pasean por sus calles, Dubrovnik no es territorio de paparazzi, ni siquiera de cazadores de autógrafos. Parece que los habitantes de la ciudad y sus visitantes de ocasión se hubiesen coligado para que el lugar no perdiese su sencillez legendaria ni el aire señorial que se echaría a perder con una invasión de fotógrafos o de admiradores indiscretos. Así, cuando alguien se cruza con una estrella de la canción o un príncipe europeo, juega a ignorarlo con elegante indiferencia.

Quizá porque parece una ciudad pequeña, Dubrovnik es más lugar de paso que destino de larga permanencia. Cada día, los cruceros se detienen en la ciudad para que cientos de turistas hagan una visita rápida al casco antiguo. Los visitantes fugaces se darán cuenta entonces de que el lugar merece mucho más tiempo y atención.

Dubrovnik tiene a sus espaldas 1.400 años de historia. Desde su fundación en el siglo VII hasta su independencia en 1372 (cuando se convirtió en la república de Ragusa) estuvo gobernada por bizantinos, venecianos y húngaros, que dejaron su impronta en la arquitectura. La extraordinaria pujanza de la república y su poderío económico y militar se hizo notar en las soberbias construcciones, muchas destruidas tras un terremoto en abril de 1667 y vueltas a levantar sin perder su magnificencia.

La ciudad está circundada por una imponente muralla de casi dos kilómetros, construida fundamentalmente en el siglo XIV y que constituía un eficaz baluarte defensivo. Hoy es posible caminar por el adarve de la fortificación (que alcanza en algunos puntos una altura de 25 metros) y hacerse así una primera impresión del casco histórico al tiempo que se admiran las vistas del litoral. Aunque la ciudad tiene varias entradas, la mejor visita a Dubrovnik se inicia en la puerta de Pile, con su soberbio puente de piedra. A partir de entonces, el visitante descubrirá palacios bellísimos de increíble factura, iglesias y monasterios pertenecientes a distintas órdenes religiosas -además de una sinagoga, una mezquita y una iglesia ortodoxa- y plazas y calles flanqueadas por hermosos edificios. Quienes cuentan con poco tiempo no deben perderse el palacio Sponza, levantado en el siglo XIV durante la dominación veneciana; la catedral y su tesoro; la fuente de Onofrio, la calle central de Placa y el palacio de los Rectores, construido en el siglo XV, donde asombran el delicado trabajo de los capiteles de las columnas y el atrio, en el que se celebran conciertos nocturnos durante el festival de verano.

Quien pueda demorarse en la ciudad encontrará elementos dignos de admiración en cada esquina. La escalinata barroca que conduce a la iglesia de los jesuitas es una copia, en pequeña escala, de la de la plaza de España de Roma. El monasterio de los franciscanos posee un pacífico jardín, que invita a pasear en silencio, y una de las farmacias más antiguas de Europa, donde podrá comprar tiritas contemplando tarros de farmacopea anteriores al siglo XVII. La arquería del claustro del convento de los dominicos, de estilo gótico-renacentista, merece una visita. Ya en la calle, hay decenas de lugares donde hacer un alto en el camino ante un helado o un café mientras se siguen descubriendo detalles de la singular arquitectura.

Durante el día, Dubrovnik es un lugar precioso y lleno de vida. Pero el idilio definitivo se produce por la noche, cuando ya las hordas de cruceristas han abandonado la ciudad y quedan ella, los locales y los afortunados que han tomado la sabia decisión de convertir Dubrovnik en destino vacacional. La catedral permanece abierta y es posible visitarla bajo la luz equívoca de las velas. Los edificios están iluminados por antiguos faroles, cuyo resplandor amarillo hace evocar épocas pasadas y arranca a la piedra un brillo singular. El suelo pulido de la calle de Placa resplandece como si estuviese mojado por la lluvia, y las murallas parecen tan blancas como la sal.

Música en vivo

La grata temperatura nocturna convierte las cenas al aire libre en un verdadero placer. Además, los horarios son flexibles y se puede cenar pasadas las doce. En plazas y calles hay locales con terraza y música en vivo. Nada es más agradable que acomodarse en uno de los mullidos sillones de Troubadour -el local preferido de Carolina de Mónaco-, donde una banda de jazz interpreta viejos temas de Irving Berlin, Cole Porter o los Gershwin. También tiene éxito el bar Hemingway, con vistas al palacio de los Rectores, y el café Cjenic, situado en un lateral de la iglesia de San Blas. Un lugar inolvidable es Buza, cerca de la escalinata de San Ignacio: una puerta con aspecto de pasadizo secreto nos lleva a un local con varias terrazas literalmente suspendidas sobre el mar.

La gastronomía dálmata es otro placer. No hay que marcharse sin probar la bouzara (una especie de guiso de cigalas), las distintas variedades de arroces o los mejores calamares fritos del mundo: son pequeños y tiernos, y se sirven empanados. En Dubrovnik hay decenas de sencillos restaurantes donde probar las especialidades locales sin hacer frente a cuentas escandalosas. Uno de los mejores es el informal Kamenice. En su terraza sirven deliciosas frituras de pescado y un arroz de calamares insuperable. La cuenta para dos no llegará a 40 euros, pero es necesario ir temprano: no hacen reservas y suele haber cola. Para una cena romántica, nada mejor que el Victoria, en el hotel Villa Ursula, situado en una terraza emparrada con vistas espectaculares.

En cuanto al alojamiento, los hoteles en Dubrovnik son bastante caros. El mejor de todos es el lujoso Villa Argentina, situado a 800 metros del casco antiguo. El hotel cuenta con frescos jardines, ideales para pasear, y la vista desde la piscina es maravillosa, pues tiene enfrente el parque natural de la isla de Lokrum, y en un lateral, las murallas de la ciudad. En el centro hay un hotel de lujo, el Pucic Palace, así como hostales y casas de huéspedes de precios moderados. Eso sí, hay que reservar con tiempo, especialmente en verano.

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lunes, 11 de mayo de 2009

La 5ª Avenida de Antigua - GUATEMALA


SALOMÉ GARCÍA - 09/05/2009 EL PAIS

Mochileros y granjeros se codean en los 'chicken buses'. Un zumo con vistas al volcán de Agua en la terraza del café Sky y tamales en La Fonda de la Calle Real. Un día colorido en la ciudad guatemalteca.

 

No es ciudad de Erasmus, aunque lo parezca. En sus callejuelas empedradas se codean turistas de un día con estudiantes extranjeros que eligieron el enclave colonial para estudiar español y aprender a bailar salsa. La ciudad es pequeña y se conquista a pie. Y orientarse es tan fácil como en Manhattan: las calles se ordenan por números y puntos cardinales.

08.00 La cuadrícula y el volcán

Antes de perdernos por su cogollo histórico, nada mejor que espiar la ciudad desde lo alto del Cerro de la Cruz(1) (al norte de Antigua), al que se sube en apenas 15 minutos a pie o en coche. Desde arriba parece una pequeña maqueta de casas de colores dispuestas en forma de cuadrícula. Debido a los numerosos seísmos que la han asolado, está prohibido construir a más de dos alturas. Si el día no está nublado, al fondo se divisa el volcán de Agua.

09.00 Placeres matutinos

Guatemala posee un excelente café, así que el desayuno pasa por este negro placer. Ojo: el café solo aquí es como el americano español. Si se desea cargado, mejor pedir un expreso. En los soportales de la plaza Central (2) hay varias opciones. En El Portal (5ª Avenida) ofrecen gran variedad de cafés y hasta un granizado de chocolate. A pocos metros, y sin cruzar de acera, café Condesa (4ª Calle Oriente, 51 A) es un café al que se entra a través de una interesante librería con abundante material sobre Guatemala. Al fondo, y tras pasar un pequeño patio interior, por fin, un acogedor salón para tomar algo. No es raro que, entre sorbo y sorbo, acabemos charlando con dos estudiantes de Ohio. En Rainbow Café (7ª Avenida Sur, 8) se sirven desayunos todo el día, desde ensalada de frutas hasta el pantagruélico y delicioso desayuno guatemalteco, con huevos divorciados (uno, con salsa de tomate, y otro, con chile verde, sobre tortillas de maíz y separados por una loncha de jamón) y frijoles. Más que un desayuno, un brunch para aguantar hasta la cena.

10.00 'Wi-fi' en la plaza colonial

Empezamos el paseo en la plaza Central, punto de encuentro de oriundos y turistas, despistados, limpiabotas y enamorados. Es una plaza con jardín, tirando a pequeña, aunque, increíblemente, con wi-fi. No tiene pérdida: está al final de la calle del Arco, la más famosa de Antigua, llamada así por el arco - (3) que la cruza. Lo mandaron edificar las religiosas del antiguo monasterio deSanta Catalina para poder pasar hasta el colegio frente al convento. A partir de aquí, ningún lugar dista más de un cuarto de hora a pie. Del legado español quedó poco tras el terremoto de 1773, aunque las reconstrucciones le han valido ser declarada patrimonio mundial por la Unesco. A dos pasos de la calle del Arco encontramos la iglesia y convento de Nuestra Señora de la Merced (4) (entre la 6ª y la 5ª Avenida). Su llamativa fachada barroca, con remates en estuco pintada en blanco y amarillo, ha sido reconstruida tantas veces como los terremotos la han echado abajo. Pese a su espectacularidad, no hay que despreciar el encanto de las casas aledañas, pintadas en vivos colores, con ventanas enrejadas y elaborados picaportes. Tras unos minutos callejeando llegamos al convento de Santo Domingo(5) (3ª Calle Oriente, 9), reconvertido en un lujoso hotel. La entrada a las zonas comunes es libre y uno puede admirar los jardines tropicales con pájaros exóticos y restos arqueológicos. Ya puestos a colarnos en hoteles con historia, no hay que perderse el palacio de Doña Leonor (6) (4ª Calle Oriente, 8), casona de la hija del conquistador Pedro de Alvarado convertida en alojamiento con encanto. Su dueña asegura que hay fenómenos poltergeist. De hecho, asegura que los del más allá dieron a cada habitación un nombre de los hijos de doña Leonor. Al salir, si se nos ha quedado el susto en el cuerpo, lo mejor es cruzar la calle y entrar en la Dulcería de Doña María Gordillo (4ª Calle Oriente, 11), toda una institución en la artesanía del dulce, que elabora camotes, cañitas de leche y cocadas reales.

12.00 Cinco mangos por menos de un euro

El país de la eterna primavera cuenta con una huerta envidiable. Como muestra, su populosomercado (7) (entre calzada de Santa Lucía y avenida Recolección). Un espectáculo colorista donde se venden carnes, ultramarinos, frutas, verduras y flores. También hay puestos con un teléfono fijo que se alquila por minutos. En algún momento puede resultar asfixiante y, todo hay que decirlo, a los vendedores no les entusiasmamos los guiris cámara en ristre y con cero ganas de gastar. Así que convirtámonos en compradores: por poco menos de un euro podemos hacernos con cinco mangos de esos que saben de verdad. A pocos metros: el Mercado de Artesanía (8). Miramos tranquilamente las réplicas de las camionetas, manteles, camisolas y lo más demandado: bolsos realizados con sacos de café reciclados. Siempre hay que regatear. Pared con pared, la Estación Central de Autobuses, donde se agolpan lugareños y mochileros para montar en las típicas camionetas de colores o chicken buses, antiguos autobuses escolares de EE UU reconvertidos en autocares de línea. Lo de chicken tiene su explicación, ya que muchos campesinos montan en ellos con sus verduras y pollos vivos para ir al mercado.

16.00 Donde durmió Bill Clinton

En Antigua proliferan las galerías de arte, como La Antigua (9) (4ª Calle Oriente, 15), situada en una antigua casona señorial, o la galería Panza Verde (10) (5ª Avenida Sur, 19), donde, además, podemos tomar algo en el bar o en su restaurante, considerado el mejor de la ciudad en 2008. Por cierto, lo de la panza verde alude al mote con que se conocía a los habitantes de Antigua en tiempos duros, en los que lo único que podían llevarse a la boca eran aguacates. A una manzana, en el hotel La Posada del Ángel (11) (4ª Avenida Sur, 24) no hay arte más allá del edificio colonial del siglo XVI, pero nos recuerdan orgullosos que aquí durmió Bill Clinton siendo presidente de EE UU.

19.00 Chiles ricos y traicioneros

Recuperamos el aliento con una puesta de sol con vista a los volcanes de Agua, de Fuego y Acatenango saboreando un zumo de frutas en la terraza del café Sky (12) (1ª Avenida Sur, esquina 6ª Calle). El estómago da señales de vacío y hay que elegir dónde cenar. Si buscamos buena cocina tradicional chapina, lo mejor es probar con el jocón de pollo en salsa verde o elpepián (asado de carne en salsa de café y chiles) en la Posada de Don Rodrigo (13) (calle del Arco, 17). Y, pase lo que pase, no debe irse de la ciudad sin probar la horchata de arroz que prepara Mercedes en La Fonda de la Calle Real (14) (5ª Avenida Norte, 5), uno de los restaurantes típicos mejor valorados por los locales, donde, además, tienen unos tamales y unos chiles rellenos tan deliciosos como traicioneros.

22.00 Hasta el cierre... y más allá

Después de cenar llega la fiesta con mayúsculas. Para bailar salsa, La Sin Ventura (15) (5ª Avenida Sur, 8), y para beats electrónicos, La Casbah (16) (5ª Avenida Norte, 30), donde los jueves son famosas sus noches gay. Las leyes locales obligan al cierre a la 01.00, pero a la salida siempre habrá alguien que reparta flyers o sugiera dónde sigue la fiesta.

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sábado, 2 de mayo de 2009

La nueva vida de 'Uce', la orangutana - Un libro propone un turismo de defensa de los grandes simios en la isla de Borneo


Los pensadores de la jungla explica la cultura de los animales (han aprendido a pescar con palos o a nadar) con hermosas fotos, pero también incluye imágenes terribles de los abusos que sufren. "Es vital que los turistas lean sobre el problema antes de visitar estos países", dice Smits. "Cada vez que pagas por tomarte una foto o asistes a uno de esos espectáculos de boxeo de simios participas en la tortura y esclavitud de estos animales". La propia fundación BOS ha montado un alojamiento ecológico y sostenible en Samboja, en plena jungla (www.sambojalodge.com). Acoge a turistas que desean trabajar en su salvación. "¡Pero nada de tocar!", añade Smits, ya que otros centros parecidos a éste, donde se permite el contacto, extienden las enfermedades humanas a los ejemplares en libertad. El objetivo no es convivir con los animales, sino darles una segunda oportunidad para que puedan volver a vivir tranquilos en la jungla.