viernes, 17 de julio de 2009

TOSCANA: El resumen de la perfección



Un viaje en busca de la música, la poesía, el arte y el vino que ha embriagado a personajes como Dante, Miguel Ángel, Puccini o Sting. Un escondite sublime de Italia repleto de ciudades tesoro, rutas artísticas y privilegiados viñedos.

Las faldas de sus montes verdes caen limpiamente al mar. Una curiosa coreografía de nubes bajas acaricia a menudo sus colinas voluptuosas. Los cipreses responden ondulantes al suspiro suave del viento. Extraña que allí, en el firmamento de la Toscana, Galileo Galilei dedujera que es la Tierra la que gira alrededor del Sol. Más bien parece al revés.

Tampoco asombra que cuando Dante escribió sus episodios del Paraíso para La divina comedia se mostrase más realista que teologal. Podía perfectamente haber visto brotar centellas vivas y llover flores como rubíes, tal como cuenta en esa obra maestra universal. No sería una alucinación ni nada exagerado en la región donde el genio vivió en el siglo XIV. Ese trozo sublime de la Italia occidental, con sus paisajes, ciudades tesoro y rutas vinícolas y artísticas, es ni más ni menos que un resumen de la perfección.

Una región que parió a Puccini, acogió a Miguel Ángel o actualmente es refugio de estrellas como Sting. Un escondite donde alejarse del mal gusto, a salvo entre las cúpulas y torres de palacios y catedrales, merodeando por plazas y puentes, al fresco de las riberas y la brisa que mece la costa.

Toscana es un buen lugar para definir la civilización. Aunque hoy cueste adaptarse a las avalanchas turísticas de Florencia, que siempre hay que suavizar con un buen helado, sobran rincones donde evadirse. Un paseo por esa ciudad circular que es Siena, tras unos buenos sorbos de buen vino por la ruta del Chianti, una conveniente parada en Volterra o San Gimignano...

Un día en Lucca. Por esas plazas, por esas calles creció Puccini. Entre sus aceras llanas y sus pasadizos estrechos, sujeto al vértigo de la torre del reloj o la de Guinigi, el joven Giacomo, apóstol de la última gran ópera italiana, precursor de un eclecticismo que era el futuro, fue incubando ese talento sobrenatural por la melodía perfecta. También lo hizo algunas décadas antes Luigi Boccherini, que acabó nacionalizándose español. Y es que las calles de Lucca esconden una música de explanada y aroma de café con poso, una armonía de tejados rojos y fuentes rebosantes que rememoran su origen etrusco. Uno se siente a gusto y en paz por allá, entre la seguridad que proporcionan sus discretas murallas y el resguardo lejano de los montes de Carrara, donde Miguel Ángel sabía que se escondían sus esculturas dentro del mármol...


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